Festival Internacional del Cómic de Angoulême
France, je t’aime!
Mi visita al Festival Internacional del Cómic de Angoulême.
Por Max Vento
Si algún publicista quisiese promocionar Francia entre los decaídos aficionados al cómic españoles, seguramente su eslogan empezaría de una manera similar a esta: “¿Te imaginas un lugar en el que, al decir que dibujas o lees cómics, la gente no te mirase con cara de idiota y repitiese ‘cómics’, como si no hubiese oído la palabra en su vida? ¿Te imaginas un lugar en el que el cómic no fuera únicamente coto privado de adolescentes disfrazados de elfos? ¿Te imaginas un lugar en el que los dibujantes fueran admirados por la sociedad, donde sus obras se consideraran parte del patrimonio cultural del país y gozasen de la protección de las instituciones? ¡No imagines más! ¡Ven a Francia! Y si encima quieres ver a toda una ciudad volcada en los cómics, avalanchas de gente esperando comprar las novedades o haciendo cola para conseguir la dedicatoria del autor favorito de turno, pabellones con lo mejorcito del cómic mundial, exposiciones, debates, proyecciones de películas… ¿a qué esperas para acudir a Angoulême?”
Esta ciudad, pequeña, apacible y acogedora, se sitúa en la región de la Charante, en el centro oeste del país y es poseedora de una larga historia (recordemos, que el primer nombre de Staten Island en Nueva York fue Nueva Angoulême), como evidencia un casco antiguo muy bien conservado. La vida tranquila de sus habitantes se interrumpe cada año a finales de enero con la celebración del Festival Internacional de la Bande Dessinée, uno de los más importantes del mundo. Para explicar su origen, nos hemos de remontar al año 72, cuando una exposición de cómics llamada 10 Millones de Imágenes gozó de un éxito tan abrumador, que animó a los responsables de municipio a la creación de un salón. Así, en el año 74, se inauguraba el Primer Festival de Cómic de Angoulême, con un póster firmado por el mismísimo Hugo Pratt. Eran momentos de efervescencia para el lenguaje del cómic, con la creación de nuevas revistas y la consagración de autores que abrían diferentes vías de expresión. Eisner, Hergé, Moebius o Bilal, son únicamente algunos de los nombres de los artistas que acudieron a esas primeras ediciones.
Desde el principio, la dirección se preocupó de darle al festival un carácter profesional y, con los años, ha ido creciendo significativamente. Además, la proyección internacional del evento se evidencia con la repetida presencia de profesionales de todo el mundo. Todo este esfuerzo organizativo parece que no se hizo en vano, ya que, en estos momentos, en su versión número 34, el festival goza de una salud formidable y es considerado un evento cultural de primer orden. Su expansión y la creación de un departamento de cómic en la Escuela Regional de Bellas Artes fueron elementos clave para que la villa de Angoulême tenga hoy el título de capital de los cómics.
Y es que allí, la presencia de los tebeos en la vida diaria es constante: Los murales de muchos de sus edificios, los dibujos que decoran los autobuses, los pósters que se exhiben en todas las tienda… Quizá sea una cuestión personal, pero lo primero que me llamó la atención cuando llegué, fue precisamente, esta naturalidad con la que se ha asumido el cómic. Acostumbrado a que sea un producto de coleccionistas y aficionados, me produce un gran asombro (y una gran envidia) que en el país vecino el Bd se tenga en cuenta como un medio cultural “legítimo” y que su público objetivo sea de lo más heterogéneo. En los numerosos pabellones montados alrededor del centro de Angoulême, podíamos ver a gente de toda clase, condición y edad hojeando y comprando tebeos. Otra de las sorpresas agradables fue la numerosa presencia de público femenino, sobretodo cuando en nuestro país, el cómic ha parecido siempre terreno vetado para las mujeres. Hay que reconocer que últimamente han cambiado algo las cosas, con una presencia cada vez mayor de lectoras y autoras. De todas formas, el hecho de ver en Angoulême a tantas señoras de cincuenta y sesenta años comprando tebeos, me ha hecho darme cuenta que en Francia cambiaron hace tiempo y que a nosotros nos queda aún mucho por hacer al respecto.
Como he mencionado antes, la organización ha sido excelente. Empezando por la disposición temática de las casetas, que se situaban por todo el centro de la ciudad y que contenían stands de editoriales, tiendas o venta de originales. La caseta dedicada a los jóvenes talentos albergaba una interesante exposición de dibujantes adolescentes y un espacio de encuentro donde poder relajarse, descansar y relacionarse con otros aficionados, autores e incluso con algún que otro editor.
De todas formas, las protagonistas de las casetas eran, cómo no, las más de ochenta editoriales presentes. Desde los Bds alternativos, pasando por el Manga, Manwha y por supuesto, los grandes colosos locales. Como en años anteriores, estuvieron presentes editores europeos, americanos y asiáticos, siendo China el invitado especial en esta ocasión.
También se pudieron visitar exposiciones para todos los gustos. Destacó a mi juicio la exposición dedicada a El fotógrafo, los originales de tebeo africano y la dedicada a Georges Wolinski, autor del póster del presente año y actual presidente del festival. Si nos queríamos relajar un rato, también podíamos sentarnos a ver una de las proyecciones de Anime. Este año se pudo disfrutar de las películas Monster, Kid Paddle, Naruto o Yakari.
Muchos fueron los autores invitados. La lista de los que se dedicaron a firmar ejemplares sería interminable. Algunos de ellos, participaron en encuentros, charlas y mesas redondas que llamaban la atención por la profesionalidad de los entrevistadores y la profundidad de los debates. Dupuy y Berberian debatieron junto con Andy Watson sobre las nuevas tendencias del cómic, sobre la crisis de los años noventa y sobre sus influencias. Ralf König también fue objeto de una extensa e interesante entrevista, en la que repasaba su obra, su concepto del cómic y sus adaptaciones cinematográficas. Pero el momento cumbre de estos encuentros fue, sin duda, la presencia de Mike Mignola, acompañado por Ted Naifeth y Eric Shanower y la posterior proyección de Hellboy. Tanto Mignola, como los otros dos dibujantes, nos dieron su lúcida visión del mercado de los EEUU, nos hablaron de sus experiencias y de sus proyectos de futuro. Al final de la charla, contestaron a las numerosas preguntas que les hizo un público entregado.
Podría seguir describiendo eventos y exposiciones, porque el Festival de Angoulême fue todo esto y mucho más. Una sola experiencia, no puede dar una visión global de lo que son cuatro días intensos dedicados al cómic. No hay tiempo material para hacer todo lo que el festival ofrece, acudir a todas las charlas, ver todas las exposiciones y comprar todo lo que a uno le viene en gana. Así que, la única solución es volver al año siguiente con muchos euros en el bolsillo para poder disfrutar una vez más de uno de mejores eventos dedicados al cómic que hay en el mundo y porque no, también entrar en alguno de los muchos restaurantes que hay por el centro de Angoulême. Porque se rumorea que los franceses no solo saben de tebeos… también saben algo de cocina.
Mi visita al Festival Internacional del Cómic de Angoulême.
Por Max Vento
Si algún publicista quisiese promocionar Francia entre los decaídos aficionados al cómic españoles, seguramente su eslogan empezaría de una manera similar a esta: “¿Te imaginas un lugar en el que, al decir que dibujas o lees cómics, la gente no te mirase con cara de idiota y repitiese ‘cómics’, como si no hubiese oído la palabra en su vida? ¿Te imaginas un lugar en el que el cómic no fuera únicamente coto privado de adolescentes disfrazados de elfos? ¿Te imaginas un lugar en el que los dibujantes fueran admirados por la sociedad, donde sus obras se consideraran parte del patrimonio cultural del país y gozasen de la protección de las instituciones? ¡No imagines más! ¡Ven a Francia! Y si encima quieres ver a toda una ciudad volcada en los cómics, avalanchas de gente esperando comprar las novedades o haciendo cola para conseguir la dedicatoria del autor favorito de turno, pabellones con lo mejorcito del cómic mundial, exposiciones, debates, proyecciones de películas… ¿a qué esperas para acudir a Angoulême?”
Esta ciudad, pequeña, apacible y acogedora, se sitúa en la región de la Charante, en el centro oeste del país y es poseedora de una larga historia (recordemos, que el primer nombre de Staten Island en Nueva York fue Nueva Angoulême), como evidencia un casco antiguo muy bien conservado. La vida tranquila de sus habitantes se interrumpe cada año a finales de enero con la celebración del Festival Internacional de la Bande Dessinée, uno de los más importantes del mundo. Para explicar su origen, nos hemos de remontar al año 72, cuando una exposición de cómics llamada 10 Millones de Imágenes gozó de un éxito tan abrumador, que animó a los responsables de municipio a la creación de un salón. Así, en el año 74, se inauguraba el Primer Festival de Cómic de Angoulême, con un póster firmado por el mismísimo Hugo Pratt. Eran momentos de efervescencia para el lenguaje del cómic, con la creación de nuevas revistas y la consagración de autores que abrían diferentes vías de expresión. Eisner, Hergé, Moebius o Bilal, son únicamente algunos de los nombres de los artistas que acudieron a esas primeras ediciones.
Desde el principio, la dirección se preocupó de darle al festival un carácter profesional y, con los años, ha ido creciendo significativamente. Además, la proyección internacional del evento se evidencia con la repetida presencia de profesionales de todo el mundo. Todo este esfuerzo organizativo parece que no se hizo en vano, ya que, en estos momentos, en su versión número 34, el festival goza de una salud formidable y es considerado un evento cultural de primer orden. Su expansión y la creación de un departamento de cómic en la Escuela Regional de Bellas Artes fueron elementos clave para que la villa de Angoulême tenga hoy el título de capital de los cómics.
Y es que allí, la presencia de los tebeos en la vida diaria es constante: Los murales de muchos de sus edificios, los dibujos que decoran los autobuses, los pósters que se exhiben en todas las tienda… Quizá sea una cuestión personal, pero lo primero que me llamó la atención cuando llegué, fue precisamente, esta naturalidad con la que se ha asumido el cómic. Acostumbrado a que sea un producto de coleccionistas y aficionados, me produce un gran asombro (y una gran envidia) que en el país vecino el Bd se tenga en cuenta como un medio cultural “legítimo” y que su público objetivo sea de lo más heterogéneo. En los numerosos pabellones montados alrededor del centro de Angoulême, podíamos ver a gente de toda clase, condición y edad hojeando y comprando tebeos. Otra de las sorpresas agradables fue la numerosa presencia de público femenino, sobretodo cuando en nuestro país, el cómic ha parecido siempre terreno vetado para las mujeres. Hay que reconocer que últimamente han cambiado algo las cosas, con una presencia cada vez mayor de lectoras y autoras. De todas formas, el hecho de ver en Angoulême a tantas señoras de cincuenta y sesenta años comprando tebeos, me ha hecho darme cuenta que en Francia cambiaron hace tiempo y que a nosotros nos queda aún mucho por hacer al respecto.
Como he mencionado antes, la organización ha sido excelente. Empezando por la disposición temática de las casetas, que se situaban por todo el centro de la ciudad y que contenían stands de editoriales, tiendas o venta de originales. La caseta dedicada a los jóvenes talentos albergaba una interesante exposición de dibujantes adolescentes y un espacio de encuentro donde poder relajarse, descansar y relacionarse con otros aficionados, autores e incluso con algún que otro editor.
De todas formas, las protagonistas de las casetas eran, cómo no, las más de ochenta editoriales presentes. Desde los Bds alternativos, pasando por el Manga, Manwha y por supuesto, los grandes colosos locales. Como en años anteriores, estuvieron presentes editores europeos, americanos y asiáticos, siendo China el invitado especial en esta ocasión.
También se pudieron visitar exposiciones para todos los gustos. Destacó a mi juicio la exposición dedicada a El fotógrafo, los originales de tebeo africano y la dedicada a Georges Wolinski, autor del póster del presente año y actual presidente del festival. Si nos queríamos relajar un rato, también podíamos sentarnos a ver una de las proyecciones de Anime. Este año se pudo disfrutar de las películas Monster, Kid Paddle, Naruto o Yakari.
Muchos fueron los autores invitados. La lista de los que se dedicaron a firmar ejemplares sería interminable. Algunos de ellos, participaron en encuentros, charlas y mesas redondas que llamaban la atención por la profesionalidad de los entrevistadores y la profundidad de los debates. Dupuy y Berberian debatieron junto con Andy Watson sobre las nuevas tendencias del cómic, sobre la crisis de los años noventa y sobre sus influencias. Ralf König también fue objeto de una extensa e interesante entrevista, en la que repasaba su obra, su concepto del cómic y sus adaptaciones cinematográficas. Pero el momento cumbre de estos encuentros fue, sin duda, la presencia de Mike Mignola, acompañado por Ted Naifeth y Eric Shanower y la posterior proyección de Hellboy. Tanto Mignola, como los otros dos dibujantes, nos dieron su lúcida visión del mercado de los EEUU, nos hablaron de sus experiencias y de sus proyectos de futuro. Al final de la charla, contestaron a las numerosas preguntas que les hizo un público entregado.
Podría seguir describiendo eventos y exposiciones, porque el Festival de Angoulême fue todo esto y mucho más. Una sola experiencia, no puede dar una visión global de lo que son cuatro días intensos dedicados al cómic. No hay tiempo material para hacer todo lo que el festival ofrece, acudir a todas las charlas, ver todas las exposiciones y comprar todo lo que a uno le viene en gana. Así que, la única solución es volver al año siguiente con muchos euros en el bolsillo para poder disfrutar una vez más de uno de mejores eventos dedicados al cómic que hay en el mundo y porque no, también entrar en alguno de los muchos restaurantes que hay por el centro de Angoulême. Porque se rumorea que los franceses no solo saben de tebeos… también saben algo de cocina.